Pozo seco
Que difícil es llorar sin derramar el llanto. Es como parir una lágrima. Pero pienso que es mejor así. Imagínate que no lo fuera. A todo el mundo se le notaria la tristeza acumulada. Y andaríamos como recién salidos del mar escurriendo mocos y babas como niños.
Que bueno es crecer y hacernos fuertes. Y esa vitamina no la venden en las farmacias. El coraje viene embutido a palos con la dignidad. Inherente a todo ser humano.
Recuerdo que antes no era así. Por lo menos para mí. Yo me descargaba de noche y a madrugadas. Y al levantarme tomaba un sorbo de aire seco y hacía una pared hueca entre mi pecho real y mi pecho agujereado. Saludaba como si nada y me iba a solas a desayunar tratando de no regurgitar mi alimento. Si es que puedes llamar alimento a darle un mordisco a fuerza a lo que encuentres con el vil pretexto de llenar el estómago cuando las tripas no piden sino lágrimas y gritos.
Y también hay que aprender a gritar para adentro.
Es un arte de valientes.
Pero gracias a Dios o a lo que sea. El pozo de las lágrimas es finito. Se seca. Ya también pase por eso. Cuando alguien me dijo que no podía llorar me lo tome a la ligera. Pensé. Es un raro problema, esta exagerando. Pero a mi también se me rompió el alma. O mas bien la deje caer sin culpa. Se me enredo entre la miel y la golosería de la juventud.
Y después de mi teatro inédito me recompuse como pude. Volví a sentir el apetito como llaman a la sensación de desear comer. Deleitarte y digerir. Esos días, adelgace sin intención a dieta de banano. Lo único que me pasaba por el esófago. Cosa que no podía ver después de recuperarme.
Ahora de vez en cuando como. Y aveces también me acuerdo. Hay alimentos que nunca vuelven a ser los mismos cuando te recuerdan a algo doloroso. Es como si comértelos fuera traicionarte a ti mismo y darte cuchilladas.
Me pasó que dejé de comer patilla. En la mayoría de lados le llaman sandía. Pero esa es otra historia adicional que no contaré por ahora.
Y es que cuando me da tristeza de nuevo. Por el ayer o lo que sea. Ya no tengo lágrimas en reserva. Están atoradas en alguna otra parte. Y por eso me limitó a morder la almohada y gruñirle como para sentir “eso“. Pero ya no se moja como aquellos días de infierno.
Ahora hay otras cosas que no necesitan de las lágrimas.
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